Te quejabas continuamente del odio que demostraba hacia a ti, pero al parecer eras la única que lo veía. Yo insistía y de verdad quería complacerte, pero cuando no era una cosa era otra. Cuando hablaba, que por qué era tan descarada. Cuando no hablaba, que por qué parecía deprimida. Y lo creas o no me canso.
Y me parece injusto que de un día para otro pases de humillarme y pasar de mi a coger y querer darme abrazos y besos. Al final estas consiguiendo lo que decías.
Que te odie. Pero es que te lo has ganado a pulso.